miércoles, 6 de febrero de 2013

ESTELA GUERRA GARNICA



Para después del fin del mundo

Estela Guerra Garnica

Queridas poetas, después de la intensa actividad poética que tuvimos de octubre a diciembre,  (encuentro en Jiménez,  en el DF, lecturas en el metro, ring poético de Versodestierro y más…) me he preguntado si  la poesía de verdad es lo que creemos que es o queremos que sea.  Acaso una  arma cargada de futuro, una trasgresión a la realidad por el uso que hacemos del lenguaje, o como dice Robert Graves, una invocación a la Diosa blanca.  O acaso una catarsis, una fuga, una manifestación de nuestro narcisismo desvelado y quisquilloso e incluso un deseo romántico de trascendencia. Quizá sea todo eso porque  a estas alturas ya entendí que cada poeta escribe según sus circunstancias internas, familiares  y sociales. Pero recuerdo a aquel profesor de filosofía que nos sugirió que aprendiésemos a convertir en belleza lo que en nuestra vida es doloroso u horrible.

Por varios años he estado escribiendo poemas contra la guerra y nos consta que  movimientos sociales van y vienen y la gente sigue sometida a las decisiones de personas que viven a otras alturas y que parecen no pertenecer a la humanidad puesto que no les importa el dolor ni el sufrimiento de los otros. Sólo se importan ellos y sus intereses mezquinos y depredadores.
 ¿Qué me queda como persona?  Ser honesta, vivir bajo un esquema de valores que me de congruencia con mi realidad... seguir escribiendo contra la violencia, relatar la tragedia?
En este tiempo entendí que la poesía lo que ha hecho en mí,  es darle sentido al dolor y  la frustración que me causa “ver” y no poder cambiar nada.  Pero si escribo estoy por encima del sufrimiento y tal vez, sólo tal vez, algo de profecía tenga la poesía.

Tal vez si invoco al amor, a la paz, a la armonía en mis poemas,  tal vez,  se aproxime a nosotros un mundo mejor.  En la Marcha por la Paz a la que me invitaron en Jiménez,  el joven que organizó -Matute- me dijo "no usamos palabras como guerra, violencia, odio, muerte, dolor, etc.." NO me explicó por qué pero lo supongo. Sé que todos estamos tristes por la realidad que vivimos en el país y en el mundo y  parece que no vemos el final del túnel.

Quiero creer en la esperanza y con ello quiero decir: ¿Cómo te imaginas el mundo ideal para tí? Qué quieres que  haya al final del túnel?  Querida mujer poeta, ¿será esto un autoengaño o una visión parcial de las cosas?  Quiero ver más allá de lo que alcanzo con mi mirada miope porque no quiero imaginar más caos, ni muerte, no quiero ésta visión catastrofista que hemos estado teniendo como sociedad.  No tengo modo de tomar un fusil para abatir a los enemigos de la vida, ni creo ya en eso luego del derrumbe del muro de Berlín, quiero creer en la vida!! Y te invito a reflexionar en ésto. 


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SOCORRO SOTO ALANÍS




La República en voz de sus poetas:
¿Y por qué escribir poesía en tiempos de miseria?
                                                                                                                 

Socorro Soto Alanís
                                                    Durango, México


Tiene razón el poeta Friedrich Holderlin cuando cuestiona el por qué escribir poesía en tiempos de miseria . . .  ¿Qué está pasando en México? ¿Cómo detener la masacre? ¿Por qué hemos descendido al eslabón más bajo de la condición humana? ¿Y cómo, quién, cuando se va a detener este espanto? . . . . las preguntas se quedan sin respuesta . . . 
Asistimos sobrecogidas al peor de los espantos. Presenciamos mudas y atónitas la barbarie mexicana sin atinar qué hacer, sin tener la fuerza, la organización y la valentía de frenar la descomposición social a la que nos han sometido.
Descorazonadas, tristes, indignadas asistimos al entierro de nuestros muertos, de 80 mil víctimas de la violencia, a la desaparición de 10 mil hermanas y hermanos, al desplazamiento forzado de más de 200 mil náufragos tierra adentro, lloramos al lado de viudas y huérfanos y el terror nos paraliza. El sonido de las armas de alto poder nos taladra los oídos y ensordece a una civilización que habita hoy la antigua Mesoamérica, territorio de Anáhuac.
Los dioses se enojaron, los demonios andan sueltos, o la maldición de La Malinche, o los emperadores modernos, esos que cargan igual su laptop y su Aka 47, sometidos por la droga que cultivan, que distribuyen, que venden y que consumen y se han olvidado de su condición humana. Desde sus cavernas más oscuras, la ambición por el poder y el dinero son sus propios dioses y demonios.
¿Qué sociedad hemos construido? ¿Qué seres humanos recorren todos los días los territorios de México con el propósito de matar? ¿En qué momento hemos perdido el rumbo? ¿Y de dónde han salido estos personajes macabros, que odian la vida, vampiros con la pulsión de muerte, con el instinto más salvaje como prioridad? Inventan cada día nuevas formas de violencia,,,, o acaso no, acaso sólo redescubren las formas más violentas del proceso histórico social y las modernizan. Porque como nos dice José Cueli: “La crueldad ha sido una constante en la historia de la humanidad, pero la apabullante variedad de sus manifestaciones actuales tanto en la vida pública como en la privada en México, hacen que su estudio sea confuso y enigmático”.
Llega a esta mesa de poetas sin ser invitada la economía y nos aclara que la violencia tiene su germen en la miseria, en la exclusión, en los 50 millones de pobres en pleno Siglo XXI y que México, que carga con la cruz que a propósito ha elegido, por su posición geográfica y por la exuberancia de sus territorios, está en el ojo de la codicia de la dictadura capitalista contemporánea.
Y ya no son sólo los “veneros de petróleo que nos escrituró el diablo”, como nos canta el poeta de Zacatecas, Ramón López Velarde, sino que ahora, en México se produce la flor más codiciada del planeta. Es más fácil y barato que la cocaína llegue a las fiestas, bares y cafés de Estados Unidos por las rutas de México, que por el Atlántico, o por el Polo Norte. Maldición mayor que la de la Noche Triste: México S. A. Producción y distribución de la mercancía más emblemática, cotizada y codiciada de la society gringa.
El capitalismo salvaje de hoy, crea y necesita consumidores voraces de: comida, ropa, autos, artículos electrónicos, ilusiones, DROGA y ARMAS y nos ha convertido en un país con una altísima necesidad de armas de alto impacto. No así de libros. Cierra las fronteras para el tránsito de personas, pero abre las fronteras para el tráfico de armas y droga. Este es el mejor y más redituable negocio del mundo y de la historia.
Compañeras poetas: Tomando en cuenta los últimos sucesos, el estado de emergencia nacional que vivimos, las baratijas que vomitan las y los merolicos del duopolio imperial de la televisión y la descomposición social que nos somete; nos urge, nos urge tanto alzar la voz en todas las plazas, en las alamedas, en las explanadas y convocar a la paz, a la concordia, a la misericordia, al perdón y a la vida.
¡¡Ja Ja Ja Ja!! se escucha al Payaso de las Bofetadas caerse de la risa. ¿Y quién nos va a escuchar? Entonces quemaremos los libros de poesía. Nos rendiremos ante los Santos Barones de la Oscuridad. Nos rendiremos ante la atrocidad, el espanto y la barbarie.
¿Y por qué escribir poesía en tiempos de miseria? Nos cuestionamos hoy las poetas . . .  Para sobrevivir. Para espantar al espanto. Para convocar a las musas. Para limpiar el aire. Para lavar la sangre de nuestros muertos. 
Es tan breve nuestro espacio y tan enorme la embestida contra la cultura. Pero desde la exclusión, desde la nada, afuera de la República de la que Platón nos expulsó  y desde la República de las letras que hoy nos convoca, desde nuestro breve espacio, en el cual nos sentamos a escribir, desde este “mutilado territorio” otra vez López Velarde, tendremos que intentar:
Que a las niñas y niños les llegue una línea poética, escrita aunque sea en papel reciclado.
Que los jóvenes tengan acceso a las lecturas de los grandes poetas.
Que las mujeres crean y ejerzan una vez más el romanticismo.
Que los hombres que escondidos en la oscuridad preparan sus armas para matar, se coiban, se ruboricen, se humanicen y dejen su condición de bestias.
Que los futuros funcionarios (porque estos ya se van) se preocupen y ocupen en la realización de programas de fomento a la lectura, de edición de libros, apoyo a la  creación y por la apertura de museos, bibliotecas, casas de cultura en todo el territorio.
Ya sé que estoy soñando y que vendrán otros seis años, en el cual las poetas habremos de andar pidiendo limosna, recorriendo las instituciones culturales, las burocracias más estúpidas e incompetentes, porque “Cuando la insensatez ocupa la vida pública, la poesía tiene la razón”, según el filósofo alemán Theodor Lessing.
Pero no, las poetas no nos damos por vencidas, la palabra nos hace libres, tercas, valientes con la ele y la te como escuderos, somos guerreras de la palabra y estoy cierta que NUNCA daremos un paso atrás. 
La resistencia, la terquedad, nuestra apuesta por un México más humano, igualitario, solidario y en paz es y será uno de nuestros más caros propósitos. La poesía por la poesía, el arte por el arte es muy válido. Buscar las palabras, desnudarlas, encontrar su significado, recrear al mundo, tiene un gran significado para el oficio de poeta.
Pero además de eso, queremos denunciar con profundo dolor las atrocidades de nuestra especie, de nuestra generación, de nuestro tiempo: Poetas en tiempos de violencia.
Cobra sentido el amor de Paris y Helena que nos contó Homero, pero más nos estremece el significado del honor, la gloria y la valentía de los antiguos griegos. Ese es el oficio de las poetas.
De la misma manera la poesía mexicana hoy se desliza entre el amor y el odio, entre la propuesta y la destrucción, entre el romanticismo y la violencia, entre el odio y el amor. Nos sacuden por un lado los latidos del corazón, el ímpetu de los 132 y por el otro el “sonido y la furia” de rifles y metralletas:
traca… traca… traca… traca… 
                                             trac… trac… trac… 
                                                                                    tra… tra… tra… 
y la sangre se desliza por todos los rincones de nuestra República mutilada. Cómo cambiar las balas por poemas, los decapitados por jóvenes becados, las metralletas por bibliotecas, las narco mantas por lonas poemas y que de los puentes cuelguen las palabras. Esas son nuestras tareas en estos días, en esta nuestra patria.

MAGDALENA GUERRERO MARTINEZ


Violencia es el silencio

Por Magdalena Guerrero Martínez



A las mujeres que no saben escribir.
A las mujeres que sabiendo escribir, no se deciden a hacerlo.
A las que sabiendo escribir y escribiendo, esconden sus escritos por años y aun toda la vida.


En este espacio en el que tengo el privilegio de tener la palabra, me referiré en aparente contradicción, al silencio. Lo haré tratando de plantear que el silencio puede ser y de hecho es muchas veces una forma soterrada de violencia. Esta modalidad tiene un interés especial para mí porque forma parte de mi experiencia y también porque si el silencio puede ser en sí mismo una forma de violencia, el silencio silenciado es una forma de violencia extrema, en particular, por su carácter de inadvertido, pues omitido suele ser el silencio que es contraparte de los gritos con que nos han tratado a las mujeres, o de la callada indiferencia con que suele responderse a nuestro hacer. Ocioso es referir que el silencio indiferente entraña un brutal no existes para mi.

Acoto que por silencio entenderé no la imposibilidad de emitir sonidos, sino la imposibilidad de expresar una voz propia. De hecho, el silencio en sí es una postura epistemológica respecto del origen del conocimiento (quiero decir que se asume la creencia de que el conocimiento sólo lo tienen y lo producen otros). Es una postura epistemológica del criterio de verdad que se reconoce (quiero decir que se acepta que sólo lo que dicen los otros es cierto o tiene valor). Es una postura epistemológica de los valores morales que se ostentan (quiero decir que se cree que lo bueno es solo lo que los demás aprueban). La silenciosa ha aprendido hasta los huesos sobre sus no derechos, sobre el respeto exclusivo a los derechos ajenos, sobre el hecho cotidiano de que el respeto exclusivo al derecho ajeno a la palabra, es la paz.

En mi caso particular, me formé con la creencia introyectada del deber de no tener opiniones. Uno de sus consecuentes fue no poder expresarlas cuando la oportunidad se presentaba. El tartamudeo y el dejar las palabras en la punta de la lengua formaron parte de mi infancia, juventud y aún de momentos de mi edad madura. Esa creencia me fue inoculada a través de un trato quizás impensado pero permanente que reflejaba las costumbres propias para niñas y mujeres en la cotidianidad de mi infancia provinciana. El calladita te ves más bonita formó parte de mi feminidad …y de mi tristeza.

Según recuerdo, aprendí a escribir no a los seis años, sino alrededor de los veinte, edad cuando pude por fin empezar a esbozar lo que sentía y lo comencé a hacer en rudimentarios escritos que soñaba con que fueran poemas. Pero esta expresión era apenas el deletreo, aún me faltaba el tiempo de la universidad que sorprendentemente me constriñó a seguir repitiendo lo que libros y maestros exponían, o a expresarme exclusivamente entre las rígidas cortinas de las formalidades académicas exigidas.

Fue hasta que me distancié de lo que viví como tapabocas universitarios, que pude acercarme a mi propia voz y fue a través de la poesía. A la poesía le correspondió darme permiso de decir, y por lo tanto, de ser por vez primera. Le correspondió enseñarme que era posible escribir del sentimiento, de la pasión, y que era válido conmoverse con lo que se leía y escribía. También me mostró mi voz en otras voces que quien sabe por arte de que magia, hablaron antes que yo de mis propios sentimientos, y además lo hicieron de forma sorprendentemente hermosa. La poesía me enseñó que era factible referirse a lo vedado y con ella encontré el respeto a los tiempos propios.

Cuando empecé a escribir, comencé a pensar. Cuando dejé salir mi voz, inicié mi reconstrucción sobre los escombros que me dejó el silencio. Nombrar y renombrar, descubrirme, fundarme, ha sido desde entonces una tarea amada. A partir de ahí tengo la convicción de que no escucharse a sí misma es violencia aprendida y asumida; de que ser solo voz repetidora es violencia aprendida y asumida; de que no tener alternativas de expresividad con y sin alfabeto es violencia aprendida y asumida.

Por lo anterior y más es que estoy aquí y lo agradezco, porque este es un espacio para el decir, para la poesía, para la poesía de las mujeres. Espacios como estos los entiendo como posturas en pro de la no violencia, y en específico, de la no violencia 
contra las mujeres.

Muchas gracias por atender a mi voz.



Magdalena Guerrero Martínez
Miacatlán, Morelos. Noviembre 5, 2012.


PONENCIA LEIDA EL XX ENCUENTRO INTERNACIONAL DE MUJERES POETAS. NOVIEMBE 2012